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La musa de Chocolate

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Al caer la tarde, como a esa hora del taco, ya en mi cabeza empiezan a girar las ideas de los momentos que han ido marcando mi vida, que es como cualquier cotidianidad, pero la pasión que hay en ella, es de un grueso calibre y a veces no recomendable porque cuando te equivocas, que es más a menudo que nunca, lo porrazos sí que te duelen.

Hay varios momentos en mi vida que llegan, pero los más marcados que quedan en mi mente y en mi corazón, son las pérdidas. Esas pérdidas que a veces, son impuestas por realidades disimiles o porque la vida, simplemente se las lleva. Ahora uno aprende a vivir en constantes perdidas a lo largo de la vida que nos ha tocado vivir; algunas son de crecimiento, otras de tristeza absoluta e inconformidad y otras perdidas de engaños, que creo estar experimentándola fuertemente por estos días….Fue una fortuna estar en el tiempo y espacio justo, para conocer una vida llena de ilusión y encanto. Por lo menos siempre lo pensé así, aún más cuando tienes una ideología de vida que cuenta con que “Dios sabe porque te pone ciertas personas en tú camino, todos cumplimos con un rol”;

Todo era crecimiento, ver como enamoras con tu vida y te enamoras del brillo de los ojos que solo una madre tiene. Sentir los malditos bicharracos en tu estomago, cuando esa mirada se cruzaba, no importando que una galería entera estuviese presenciando como las ilusiones se unían y a lo mejor juntas llegarían al camino de la felicidad.Todo siguió paso a paso como estaba relatado en el libro que se llama destino, la musa de chocolate empezó a tomar forma, las ideas rondaban cerca de la creación, viviendo apasionadamente cada momento que me entregaban, y valorando lo que era tener una relación emocionalmente estable. Esos momentos cuando tu musa, era madre, se hacían únicos e irrepetibles, porque fueron la primera vez que los experimentaba. Esa tarde de circo, o el mismo 4 de noviembre, donde tú corazón sintió lo que era el amor de verdad, ese que es puro, que no es tóxico, que no está contaminado y que se entrega sin vanidad, sin trabas.La vida debía seguía su camino y su crecimiento también, hubo arranques y desilusiones pero por ningún motivo un quiebre a nuestra ilusión de intentar la felicidad, teniendo siempre una sombra que acechaba en el rincón de cada minuto que podía robar. El corazón siempre ha sido un órgano terco, que no le gusta reconocer al cerebro, que muchas veces tiene la razón. Y eso era lo que yo sentía.

Mi cuerpo estaba encontrando cansancio al acecho de tantas malas vibras, intuyendo que el más débil caería y la hermosa historia entre dos realidades terminaría. La Musa se estaba apagando en el corazón del artista y en el personaje que quiso existir. La musa se fue, y volvió a la esencia que tanto le dolía, pero que era su vida, siendo de otra solo una actuación, casi galardonada, pero que realmente no la sintió nunca como suya.

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